"Muchas veces me he puesto á considerar aquel mandamiento de Dios que en el Levítico puso á los sacerdotes, de que siempre ardiese fuego en su altar; y pienso que fué en significación de esto que voy diciendo, porque ningún cuidado mayor ha de haber en el alma que el de arder siempre en el amor de su Dios, hecha, como dijo Isaías (Esa., 31), una calera encendidísima, que no sólo convalezca y se cebe en su material propio, sino en su contrario, como el fuego que bajó sobre el sacrificio de Elías, que quemó el buey y la leña y las piedras y se lambía el agua que estaba en derredor" de los Ángeles, Juan (1912 [1607]) Tratado espiritual de cómo el alma ha de traer siempre a Dios delante de sí. Madrid: Bailly-Baillière, p. 466–7